Dajabón, RD En una flagrante contradicción con la retórica patriótica y las arengas sobre la defensa de la soberanía nacional que continuamente impulsa el alcalde Santiago Riverón, el Ayuntamiento de Dajabón ha incurrido en una de las más descaradas y desvergonzadas prácticas: utilizar a nacionales haitianos indocumentados como mano de obra en las labores de limpieza y recolección de basura en el municipio.
A diario, los trabajadores extranjeros son transportados en vehículos oficiales del cabildo hacia diversos puntos de la ciudad, donde, sin el más mínimo escrúpulo, se les obliga a realizar tareas de barrido y recolección de desechos, expuestos a la humillación y la explotación en un proceso que vulnera las leyes y el orden establecido. La evidencia visual que ha salido a la luz confirma lo que se temía: el uso de mano de obra irregular e indocumentada en funciones municipales, un acto que no solo es ilegal, sino profundamente inmoral.
Es una paradoja insoportable que, mientras la administración de Riverón predica sobre el control de la frontera, la protección de la identidad nacional y la vigilancia de la inmigración ilegal, en el corazón mismo de su gestión se lleven a cabo actos que contradicen estos discursos. La administración, que se presenta como guardiana de la soberanía, demuestra, sin el menor pudor, una total descoordinación entre su discurso y sus acciones.
Este escándalo ha abierto la puerta a una serie de interrogantes que ponen en duda la coherencia y la verdadera intención detrás de las políticas del municipio. ¿Cómo es posible que se promueva una supuesta defensa de la nación, mientras desde dentro del propio gobierno se ejecuten prácticas que atentan contra las leyes migratorias y el orden laboral? La incapacidad para aplicar normas básicas y el descaro de las contrataciones irregulares deja en evidencia una grave falta de control, no solo administrativo, sino moral.
La incoherencia y la hipocresía de esta situación no solo debilitan la confianza de los ciudadanos en las autoridades locales, sino que también desangran la legitimidad de las políticas migratorias a nivel nacional. Dajabón, en su profunda crisis de identidad y gobernanza, se enfrenta a un dilema: ¿cómo podemos exigir respeto por nuestra soberanía si ni siquiera somos capaces de respetar nuestras propias leyes?















